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Carlos G. Valles
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¡ Nuevo Libro !

Todos somos emigrantes

Todos somos emigrantes

Me ha tocado vivir en varios países, aprender varias lenguas de Oriente y Occidente, tener amigos en distintos lugares, y todo eso ha enriquecido mi vida. Incluso me dieron el premio nacional de literatura en el india el año1969. Gracias a todos. No es lo mismo pensar en español que pensar en inglés, y mucho más distinto aún en guyarati (una de las 17 lenguas oficiales de la india) que también me ha tocado aprender. Era la lengua de Ghandi como referencia. Baste con dar un ejemplo: En español decimos ¨te quiero¨, mientras que en guyarati se dice ¨para mí hay amor hacia ti¨. El nominativo se hace dativo, y eso es todo un cambio. El nominativo actúa, mientras que el dativo recibe. Eso no quiere decir que los de Occidente seamos más activos que los de Oriente, pero si vemos las cosas de otra manera. Y todos sabemos querernos de verdad. Cuando el Vaticano dio por primera vez permiso para traducir la biblia a las vernáculas, yo fui el encargado por Roma de hacerlo al guyarati. Pedí permiso a Roma para tener un colaborador indio de raza e hindú de religion, y me lo dieron. He de mencionar su nombre, aunque ya murió: Nagindas Pareck. Jamás olvidaré las veladas interminables en que tomábamos el ¨Código Vaticano¨ como lo llamábamos, y lo íbamos poniendo en guyarati. Lo mandamos debidamente a Roma para que lo censuraran allí, pero en Roma nadie sabía guyarati y lo enviaron al alguien que sabía... es decir ¡a mi mismo!, con lo cual tuve el honor de censurar y recomendar mi propia obra. Así se escribe la historia.

Indice

VISADO
TODOS SOMOS INMIGRANTES
LA CURVA DE LA SONRISA
FUGA DE CEREBROS
¿QUIÉN SOY YO?
¿EN EL FONDO?
EL AGNÓSTICO CATÓLICO
NI PESCADO NI GANADO
MÚLTIPLE IDENTIDAD
VELOS, TURBANTES, Y DÓNDE ESTÁ LA MECA
”YO NO SOY RACISTA, PERO…”v PASEANDO AL PERRO
POLONIA EN INGLATERRA
ECUMENISMO PRÁCTICO
EL CORÁN Y EL VATICANO
XENOFILIA

Capítulo de muestra:

VISADO

Hace unos días tuve una pequeña experiencia que bien puede abrir este libro. Fui a la EMBAJADA DE LA REPÚBLICA POPULAR DE CHINA EN ESPAÑA, SECCIÓN CONSULAR, a sacar un visado. Me fijé en la ventanilla adecuada y me puse en la cola. Era bastante larga. Y una cosa me llamó enseguida la atención. La mayor parte de la gente en la cola eran chinos. Sus facciones, sus ojos, su pequeña estatura, su lengua los delataban inequívocamente. Eran todos chinos. Eran jóvenes. Solo había un hombre mayor, con su típica barbita de cabra en el mentón, acompañado de una muchacha joven, pero todos los demás eran generación joven. También había un par de españoles, desde luego, que sobresalían por su altura, sus gritos, y sus gestos, pero eran solo una isla en un paisaje de rostros chinos. ¿No era eso un poco raro?

Yo hubiera esperado encontrarme con que los visados eran para turistas o personas de negocios, españoles que querían ver la Muralla China, la Ciudad Prohibida, las Tumbas Ming, o los Guerreros de Xian, o bien establecer puntos de contacto con la economía emergente del Dragón Oriental. Pero ¿qué hacían todos esos chinos en esa larga cola para visados en la Embajada China? ¿No me habría equivocado yo de ventanilla?

No me había equivocado, y pronto caí en la cuenta de lo que pasaba. Todos llevaban a la mano su impreso de solicitud de visado junto con su pasaporte, y cuando disimuladamente miré a sus pasaportes descubrí la clave. Todos eran pasaportes españoles. Aquellos chinos eran todos ciudadanos españoles. Gente que había dejado su país por una tierra lejana, se había establecido en negocios o empleos, había cumplido con todos los requisitos para adquirir ciudadanía, la habían pedido, conseguido, llevaban ya bastantes años ausentes de su tierra, y ahora querían viajar de vuelta a ella para visitar a parientes y amigos, reforzar vínculos, seguir en contacto, integrar su cultura de origen con su entorno presente, reforzar sus raíces para poder extender sus ramas, asegurarse de que siempre podrán volver y ser aceptados en la tierra donde nacieron si el día llega en que quieren volver a ella, llevar a sus hijos, nacidos en España, a que conozcan a sus ancestros, su herencia, su cultura, quizá quedarse allí de vuelta para el resto de sus vidas. Para eso necesitaban ahora un visado chino en su pasaporte español. Y así es como estaban en la cola de la ventanilla con la palabra VISADOS. La palabra, en todo caso, estaba escrita debajo en chino. Costaba 25 euros. 60 euros para entrega de emergencia en el mismo día.

Mientras esperaba en la cola después del inesperado descubrimiento, me acordé de un pequeño incidente en mi propia vida. Estaba yo un día en la ciudad de Ahmedabad en la India, donde pasé 50 años de mi vida, charlando con una gran persona y gran amigo, Umáshankar Yoshi, poeta, escritor, Rector de la Universidad de la provincia de Guyarat, Miembro del Parlamento, fundador y editor de la revista mensual Sanskruti, palabra que significa “cultura”, y que era la mejor definición de su personalidad como encarnación de la cultura y amigo entrañable que podía conversar simultáneamente con personas de lenguas distintas que no se entendían unas con otras pero que todas ellos se encontraban a gusto en la presencia del amigo universal. Yo llevaba ya muchos años en la India y planeaba una visita a España. Se lo dije:


- Estoy pensando en viajar al extranjero.
- ¿Quieres decir que vas a España?
- Sí, tengo pensada una visita en breve.
- Y ¿caes en la cuenta de lo que has dicho?
- ¿Qué quieres decir?
- ¿Te has fijado en la naturalidad con que has pronunciado la palabra “extranjero”?
- Bueno, supongo.
- Mira, tú eres español, llevas ya muchos años en la India, has aprendido la lengua, te has identificado con la gente de aquí, y ahora que vas a tu propio país dices que vas al “extranjero”. No haces como los ingleses cuando la India era colonia inglesa y venían unos años aquí de trabajo, y en cuanto tenían unas vacaciones y se iban a Inglaterra decían que se iban “a casa”. Tú has dicho que te vas “al extranjero”, y lo has dicho con tal naturalidad que no has caído en la cuenta ni tú mismo.
- Gracias por decírmelo. Si yo lo he dicho, tú lo has notado.
- Que te vaya bien en el “extranjero”.
- Volveré pronto.

Me llegó al alma su comentario. A casa. Al extranjero. Viví 50 años en la India, desde los 24 en 1949 hasta mis 74 en 1999. Entonces volví a España. Volví por petición de mi madre viuda cuando cumplió los 90 años para que la acompañase en sus últimos días como me dijo. ¡Y vivó felizmente hasta los 102! Por lo visto mi presencia la reanimó. Eso me hace inmigrante por partida doble. Me sentí tan extraño cuando volví a España a los 74 años como me había sentido en la India al llegar allí a los 24. O quizá, y esto se acerca más a la realidad, me sentí en casa en los dos sitios. Buen estado de ánimo para escribir sobre la inmigración.